En busca del líder perdido

¿Qué es el liderazgo?

En el post de hoy trataremos desde un punto de vista diferente uno de los temas centrales en nuestras jornadas de Team Building. Hablaremos de un caso real y de gran éxito, una muestra de como una jornada de Team Building puede ayudaros a mejorar ciertas habilidades.

El liderazgo, ese gran conjunto de habilidades, del que se han escrito millones de páginas, artículos y estudios, novelas épicas y poemas, de tan larga tradición histórica, que quizá habría que remontarse al origen del hombre para conocer de primera mano su procedencia, y que sin embargo sigue siendo un asunto de la máxima actualidad, y fuente de gran debate en nuestra cultura, desde puntos de vista tan dispares como el empresarial, social, psicológico o deportivo.

¿En qué consiste el liderazgo?

La enciclopedia lo define como la capacidad de un individuo para motivar a otros en la consecución de un mismo objetivo. Y esto es así en el ámbito empresarial (jefe), deportivo (entrenador), educativo (profesor) ó espiritual (maestro).

Si no es fácil encontrar a la persona adecuada que lidere nuestro equipo o grupo, ¿Cómo es posible encontrar a alguien que haga las veces de jefe, entrenador, profesor o incluso maestro?

Desde este post me gustaría rendir tributo a un gran hombre, que a través de una serie de valores y un estilo de liderazgo transformacional, consiguió efectos extraordinarios en sus pupilos, produciendo un incremento excepcional del rendimiento entre las personas que conformaban sus equipos y estaban bajo su tutela.

El liderazgo es una competencia fundamental a trabajar en una jornada de Team Building

“Vivimos obsesionados con los resultados, no dejamos de competir y de compararnos constantemente con los demás, cuando realmente pienso que en lo primero en lo que deberíamos pensar es en si estamos dando lo mejor de nosotros mismos”

Hace un tiempo tuve la fortuna de descubrir al inigualable John Wooden, fantástico entrenador de baloncesto, gran profesor de literatura inglesa y aún mejor persona, del cual se pueden extraer una serie de enseñanzas fabulosas.

El Sr Wooden nació en Indiana, un estado de gran tradición baloncestística, en el seno de una humilde familia, aunque se desarrolló como profesor de literatura inglesa y como coach de basket en UCLA, California, consiguiendo allí los mayores éxitos en la historia del baloncesto universitario, la NCAA. Una de las primeras enseñanzas que recibió el Sr Wooden de su padre, que fue su gran maestro, fué que no debía intentar ser mejor que los demás, sino que debía intentar ser lo mejor que pudiera llegar a ser. Evidentemente esto está bajo nuestro control, ganar o ser mejor que los demás no lo estaría en absoluto.

Por lo tanto, no hay cabida para las lágrimas, las quejas o las excusas, solo hay cabida para la sensación de paz interior que te proporciona el saber que has hecho todo lo que has podido, independientemente del resultado. Además, si estamos demasiado absortos o preocupados por aquello que no podemos controlar, afectará negativamente a aquello que si está bajo nuestro control, sin contar con que mermará nuestra capacidad de concentración. El señor Wooden insistia en que una vez que el partido termina, observando la actitud de los jugadores, nadie debería adivinar el resultado, tanto si se gana como si se pierde, si lo haces lo mejor que puedes, el resultado será el que deba ser, no necesariamente el que quieres que sea.

El señor Wooden siempre se vió a sí mismo como profesor o maestro, nunca como entrenador.
“El entrenador Wooden disfruta de las victorias, pero superpone el ganar por encima de todo. El estaba más preocupado de que nos desarrolláramos como personas, que alcanzáramos a graduarnos, que aprendiéramos a elegir correctamente como adultos y padres. En esencia, el nos preparaba para la vida”. Kareem Abdul Jabbar.

Después de la segunda guerra mundial, entrenando al equipo de secundaria de Indiana State, consiguió un impresionante record, pero se le recuerda por un partido que se negó a jugar. Su equipo fue invitado a participar en el campeonato nacional, pero uno de sus jugadores era negro, y estaba vetado por los organizadores del torneo, por lo que el señor Wooden declinó la participación del equipo. Al año siguiente, volvieron a ser invitados, y tras una ardua negociación, consiguió que su jugador fuera el primer jugador de color en participar en el campeonato nacional.

El siguiente párrafo puede resumir su filosofía al frente de sus equipos. “No se puede encontrar a un jugador que haya jugado bajo mis órdenes en UCLA, y que pueda haberme oído decir vamos a ganar. La última cosa que le digo a mis jugadores antes de salir a la cancha es cuando el partido termine quiero que podáis tener la cabeza bien alta, y sólo hay una sola manera de que esto sea así, y es que sepáis que lo habéis hecho lo mejor posible. Disteis lo mejor de vosotros mismos, e hicisteis todo lo que podíais hacer, no se podía hacer más”.

Su padre también le inculcó que siempre debía intentar aprender de los demás, y que nunca se rindiera, que siempre confiara en sus posibilidades, como demostraría más tarde en sus años como entrenador, ya que pasarían 15 largos años hasta que consiguiera su primer título con UCLA, aunque en los siguientes 12 años consiguieron 10 títulos más, 7 consecutivos, y encadenando 4 temporadas perfectas, sin perder ni un solo partido. Y todo anteponiendo unos valores a los resultados, como el Sr Wooden repetía una y otra vez, los buenos valores atraen buenas personas y éstas realizarán buenos actos, más allá de sus capacidades como deportistas ó estudiantes.

Tenía 3 reglas de oro dentro del vestuario, la primera era nunca llegar tarde, ser puntual. Tanto para comenzar con el entrenamiento, como para su finalización, y siempre era muy estricto, así como para ciertas normas de higiene y vestuario. La segunda regla era que no se podía tener una mala palabra. El lenguaje debería ser siempre positivo, para abrir posibilidades y crear un espacio seguro y que brinde la oportunidad de aprender en todo momento. Y la tercera regla era que no se podía criticar a un compañero, lo cual es totalmente complementario a la segunda regla, ya que previamente les ha inculcado que el único requisito es dar lo mejor de uno mismo, por lo que no puede haber reproches.

Su forma de actuar era un ejemplo para todos, a través de historias y de su comportamiento les inculcaba su filosofía del triunfo, un auténtico ejemplo de liderazgo. Su definición de éxito sería la siguiente: “El éxito es la paz mental que nace como resultado natural de la íntima satisfacción lograda al saber que uno hizo lo mejor que pudo para convertirse en lo mejor que uno es capaz de ser”. Y para completar su definición de éxito, nos ilustra con su personal distinción entre el carácter y la reputación. Reputación sería lo que se percibe de uno, mientras que el carácter es lo que realmente uno es, por lo que lo verdaderamente importante y en lo que deberíamos focalizar nuestra atención es en nuestro carácter, que es lo que está bajo nuestro control.

En Kaizen siempre hemos ensalzado tanto en nuestras jornadas de Team Building como en los procesos de Coaching la importancia de focalizar nuestra atención y energía en aquello que está bajo nuestro control, ya que esa actitud te permite afrontar los acontecimientos desde un locus de control interno, es decir, con la percepción de que los eventos ocurren como efecto de nuestras propias acciones, propiciando una mejora de la autoestima y una valoración positiva de la responsabilidad personal, el esfuerzo y el talento.

Me gustaría terminar con una cita que para mi resume perfectamente cuál sería la esencia del liderazgo, y con la esperanza de que sirva para estimular a aquellas personas que están al frente de sus respectivos equipos, a los cuales les deseo toda la suerte del mundo.

“Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo, antes has de evocar en los hombres el anhelo de un mar libre y ancho”. Antoine de Sant Exupery.